jueves, 16 de abril de 2015

La música que, algunas veces, decide meterse en mi cama

No voy a negar que tengo mis momentos. Qué le voy a hacer, sólo soy el soporte de esta cabeza que no para de darle vueltas a absolutamente todo. Ya son muchos años conviviendo conmigo mismo. A veces pienso que he desaprovechado ese tiempo en intentar justificarme cuando lo que tenía que haber hecho es limar mis propias asperezas. Pero, por otra parte - voy a ser un poco indulgente conmigo mismo, que no sé por qué pero acaba de apetecerme -, creo que todavía me quedan unos añitos para poder "redondearme". Me voy a poner un post it, que luego estas cosas se van dejando y cuando quieres darte cuenta es porque ya te estás empezando a quedar macabramente frío.

¿En qué quiero profundizar después de esta introducción? ¿A dónde quiero ir a parar? Pues, la verdad, es que no lo tenía nada claro conforme lo iba escribiendo. No obstante, hacia el final, algo se ha ido dibujando en mi mente. Tengo muchas cosas pendientes, unidas irracionalmente a un afán procrastinador que también debería trabajar cuanto antes, y una de ellas puedo resolverla ahora mismo, así que ¿por qué no aprovechar?

No quiero que se pierda en los avatares del tiempo y de la vida que un día me compré un instrumento. Un instrumento que me está brindando una banda sonora maravillosa. La oigo cuando me acuesto, cuando me levanto, cuando salgo, cuando entro y también mientras tanto. Es una melodía dulce, inesperada si miras el instrumento a cierta distancia. Ha logrado envolverme hasta hacerme sentir acolchado, como abrigado por una calidez inspiradora y tierna. Sin embargo, no es una melodía liviana ni lineal, es una melodía a veces estridente - eso sí, de una estridencia maravillosa -, y siempre contundente - también de una contundencia maravillosa.

Me gusta soñar con ella. Aunque parezca mentira, ni ahí me abandona. Y algunas mañanas, al despertarme, todavía en la duermevela, entorno los ojos para protegerlos del sol que se cuela por mi ventana y juro que soy capaz de verla. Por supuesto también de sentirla. Se tumba en mi cama, al lado derecho, entre la pared y yo (creo que es un poco miedosa y le gusta sentirse protegida) y acerca sus labios a mi mejilla para despertarme con un beso.

Es la música más bonita, incluso recién levantada.