miércoles, 26 de noviembre de 2014

Miedo infundado

Buenas noches.

Hoy, tengo miedo. No sólo hoy, en realidad. Para mi desgracia lleva conmigo ya un tiempo. No sé muy bien si el resto del mundo lo definiría exactamente como miedo, pero mi experiencia y mi intuición han decidido identificarlo de esta manera.

No es un miedo apremiante. No es un miedo angustioso. No es el miedo previo a algún peligro inminente. Probablemente tampoco sea un miedo fundado; aún no lo se, soy demasiado joven, la vida se encargará de despejar mis dudas. 

Es un miedo constante. Es un miedo incisivo. Es un miedo que hiberna. Es un miedo acechante. Es un miedo terrible, porque no se compromete a abandonarte tras un hipotético hecho traumático. Por el contrario, amenaza con acompañarte durante un gran trecho de tu vida - me gusta aferrarme a la esperanza de que no va a durar para siempre (esperanza sustentada en un extraño optimismo que no sé muy bien de dónde sale ahora mismo).

Miedo a no volver a sentir. Me aterra no volver a encontrar - aunque suene cursi - esa especie de oasis que una vez tuve ocasión de visitar: un vergel indómito despojado de su lado salvaje, dónde las drogas contenidas en el aire conducen al visitante a un éxtasis de sentimientos que desemboca en un paroxismo irremediable. O no; ¿podría este paroxismo no ser irremediable? ¿Existe una vía que nos permita morar en este oasis para siempre? Y si aún no existe, ¿existe la posibilidad de encontrarla?

Hasta que la sabiduría que dan los años decida venir a visitarme, supongo que tendré que contentarme con el hecho de ser uno de los afortunados que ha podido poner un pie en ese jardín.



No hay comentarios:

Publicar un comentario