martes, 25 de noviembre de 2014

Olvido, ven a mí

Buenas noches.

No voy a comenzar por presentarme. No es por dármelas de interesante, pero de verdad creo que lo soy no cabe en una entrada de este sitio. Aunque, en realidad, acaba de venirme a la cabeza que parezco un puzzle; el problema es que no estoy seguro de que alguna de las piezas encaje. Iré intentando presentar este rompecabezas poquito a poquito. No quiero que nadie se asuste de las contradicciones - que no serán pocas - y los sinsentidos que pueda encontrar. La coherencia nunca fue amiga de la condición humana.

Me gustaría empezar con una pequeña reflexión acerca del olvido. Y también me gustaría mucho no tener un motivo para partir de este punto, lástima que no todo pueda ser como queremos en esta vida. A pesar del miedo generalizado al olvido que existe en esta sociedad que han querido construirnos, a mí me da miedo no ser capaz de olvidar. No me importa tanto no recordar determinadas cosas como acordarme constantemente de otras que quisiera borrar de mi vida para siempre. O al menos, eso pienso a veces.

Suelo intentar colocar los recuerdos no deseados en una balanza. Quisiera poder usar el otro platillo de la misma para contraponerlos a los recuerdos deseados. El punto de conflicto es que la mayoría de recuerdos deseados se han convertido en recuerdos deseados. Solamente nos acordamos de una pequeña parte de las cosas que no nos hubiera gustado borrar nunca de nuestra mente; ahora bien, ¿podemos decir lo mismo de las que hubiéramos eliminado gustosamente al instante siguiente de marcarnos para siempre? Tú y yo sabemos cuál es la respuesta.

La voluntad de olvidar algo implica necesariamente una predisposición a ocupar muchísimo mas tiempo del que nos gustaría pensando en ese algo. "El tiempo lo cura todo", dicen por ahí. Pero no nos confundamos: si el paso de los días, meses, años, o incluso décadas consigue acabar con nuestro recuerdo no deseado es, simple y llanamente, porque ha dejado de ser un recuerdo no deseado para transformarse en una pequeña incomodidad intangible - y, aparentemente, inexplicable - que invade nuestro ser.

Se me intuye dolido. 

Y un poco desequilibrado.

Os deseo a todos una amnesia perpetua e inmediata.


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